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Escuadra y compás en el obelisco a la Constitución de 1812 |
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Un obelisco recuerda desde hace unos días la estrecha relación entre la Constitución de Cádiz de 1812 y los ideales de los miembros de la Masonería Española que participaron en su redacción. El monumento une la escuadra y el compás, el símbolo más reconocido de la masonería, con la primera constitución española, que estableció los principios de sufragio universal, soberanía nacional, monarquía constitucional y libertad de prensa.
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La pieza, de nueve toneladas, es un regalo de la ciudad norteamericana de San Agustín a la de Avilés, de donde era oriundo el marinero que fundó la ciudad en la Florida hace ahora 450 años. Se trata de una réplica exacta del obelisco que se levantó en 1813 en la entonces ciudad española y que ha permanecido intacto. “Conmemora la Constitución de Cádiz de 1812 y simboliza sus valores de libertad, igualdad, solidaridad, justicia y soberanía popular”, explican desde el Ayuntamiento de Avilés. La Respetable Logia Jovellanos número 138 de la Gran Logia de España ha mostrado su “agradecimiento a las autoridades de Avilés y San Agustín por la colocación del obelisco para eterna memoria de nuestros Hermanos Masones que participaron en la redacción de la primera Constitución que convertía a los súbditos en ciudadanos y que sufrieron posteriormente la cárcel, el destierro y el olvido”.
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El obelisco a la Constitución Española de 1812 se encuentra ubicado en la plaza de la Constitución de San Agustín desde hace dos siglos. Está considerado el único monumento original que conmemora el texto nacido en las Cortes de Cádiz.
Con la promulgación de la Constitución se levantaron monumentos similares en muchas provincias y ciudades españolas. Sin embargo, cuando Fernando VII asumió el trono y anuló la Constitución, se ordenó la destrucción de todos los obeliscos. Sólo se salvó el de San Agustín, al negarse el ayuntamiento a cumplir la orden regia, alegando que no era propiedad municipal, al haber sido elevado mediante suscripción popular. El Ayuntamiento de San Agustín tomó la precaución de retirar las lápidas que llevaban el nombre de la Constitución pero en 1820, cuando el rey fue forzado a restablecer la Constitución, aquellos norteamericanos, aún españoles, devolvieron las placas al monumento. A partir de 1821 la Florida pasó a formar parte de Estados Unidos y el monumento se mantuvo intacto desde entonces.
Paradójicamente, lo que salvó este pedazo de historia de España de ser destruido en el siglo XIX es haber dejado de levantarse sobre suelo español. Hoy vuelve, en formato de replica exacta, para recordarnos nuestra historia. |
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La Masonería se une a la Noche de los Museos en Barcelona
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33 lugares sagrados que nutren las señas de identidad españolas
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Los autores de Rutas Sagradas, el Maestro Masón Sebastián Vázquez y la historiadora Esther de Aragón, acudieron a la Gran Logia de España para presentar su obra, en un acto que contó con la presencia de 120 participantes. Editado por La Esfera de los Libros, Rutas Sagradas supone una guía llena de encanto, belleza y misticismo que realiza un recorrido por lugares sagrados y legendarios que han nutrido las raíces de las señas de identidad españolas. Los autores explicaron que partieron de una lista inicial de 80 lugares que tuvieron que recortar, por razones editoriales hasta el simbólico número de 33 espacios que nutren la extraordinaria herencia cultural, religiosa y mítica que existe en España. Los autores se conocieron en un programa radiofónico y decidieron sumar sus perspectivas, aparentemente diversas, para elaborar Rutas Sagradas. "He aprendido de Sebastián lo que no está escrito, porque dentro de mi perspectiva racional e histórica había conceptos que escapaban a mi mundo. He aprendido a entender, a entenderle a él, que va más allá y no se queda en lo que ve cualquiera", explicó Esther de Aragón sobre la colaboración para abordar la obra. Rutas Sagradas es un canto de amor a lugares discretos, a veces casi olvidados, que guardan la fuerza de un mensaje escondido que trasciende el tiempo y va más allá de lo que parece evidente. Es una invitación a que el lector los visite, a que los conozca, a que intente penetrar en su hermosura y en el misterio que esconden y, sobre todo, a evitar que estos monumentos que son de todos caigan en el olvido o queden sepultados por el abandono.
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