Los dos San Juan (invierno y verano) representan los dos solsticios en la tradición cristiana. En las corporaciones de artesanos o collegia fabrorum de la antigüedad romana, estas dos fiestas solsticiales, se celebraban en honor de su patrón, el dios Janus, el «Señor de las dos vías», en relación con las puertas solsticiales (pitr-yana y deva-yana) y con el ciclo zodiacal.
La Logia de San Juan es una imagen del Cosmos, cuyos límites están representados por los dos solsticios (literalmente, puntos de detención del Sol), figurados por los San Juan. San Juan Evangelista, el de invierno, da comienzo al ciclo ascendente solar del año, es el «Juan que ríe» en la expresión popular, mientras que San Juan Bautista es el «Juan que llora», el penitente, e inicia el ciclo descendiente. Este doble significado se expresa también en la etimología hebrea del nombre Juan (Yahanán) que puede significar ‘misericordia de Dios’ (descendente) y ‘alabanza a Dios’ (ascendente).
El Bautista cierra la antigua Ley y anuncia la Revelación cristiana. El Evangelista cierra la revelación evangélica y anuncia el Apocalipsis, la segunda venida de Cristo.
San Juan Bautista se encuentra en estrecha relación con la búsqueda de la Palabra Perdida. Su padre, Zacarías, queda mudo al no creer el nacimiento de un hijo, anunciado por Gabriel (Lucas I, 20). Pero Zacar, raíz con el significado de purificar, limpiar; también da lugar al significado de la idea de jaculatoria; es el equivalente hebreo del árabe Dhikr, ambos con el significado de recuerdo, reminiscencia, invocación; e Iah es un Nombre Divino, abreviación del Tetragrama, con lo que tenemos que, literalmente, Zacarías se traduce por «invocación, rememoración Iah». Al nacer el niño y escribir en la pizarra «Juan es su nombre», recupero el habla y «bendecía a Dios» (Lucas I, 63-64). Bajo este prisma, Juan Bautista es el que hace recobrar la Palabra Perdida.
En el símbolo del círculo con un punto en el centro y dos tangentes verticales, éstas representan a los dos San Juan, marcando los puntos tangenciales el eje solsticial, aquí situado horizontalmente aunque es vertical con respecto al equinoccial, por la asociación de las tangentes con las dos columnas del Templo. Cabe mencionar la existencia de unas logias especiales que existían en la antigua Masonería operativa, logias Jakin, en las que se iniciaban a los eclesiásticos para que pudieran cumplir su función de «capellán» en las logias ordinarias; este masón capellán era conocido como Brother Jakin.
El culto profesado a San Juan en la Masonería (Logia de San Juan) es un indicio de su finalidad como detentadora del «depósito» esotérico cristiano. San Juan fue constituido en el Calvario «hijo de la Virgen» y se convirtió así en su guardián (Juan, XIX, 26-27); pues dadas las afinidades de María con la presencia divina (Shekinah), Juan se convirtió entonces en el prototipo de todos los «guardianes de la Tierra Santa», custos Virginis. María tuvo así tres «guardianes»: José, Jesús, Juan. Hay que señalar que José es el patrón de los carpinteros –constructores de madera- y Juan el de los masones –constructores en piedra-. Por otra parte, los nombres de los tres «guardianes» comienzan por una yod, primera letra del tetragramma; y se sabe que las tres S que figuran en el «Delta» del grado de «Caballero del Sol» son en realidad tres yod deformadas. Grado bastante practicado en otro tiempo: el de «Escocés de las tres JJJ».
Existen cinco textos en el nuevo testamento en los que se pone a Juan en relación directa con el príncipe de los apóstoles, San Pedro:
1) Juan, XIII, 21-28.- El Señor, mediante la comunicación de un «signo manual», permite al discípulo preferido reconocer al «hijo de perdición», para que después informe a Pedro. Si recordamos que Pedro representa al exoterismo, Juan al esoterismo y Judas a la contrainiciación, se ve que el exoterismo tiene necesidad del esoterismo para descubrir los engaños de la contra-iniciación.
2) Juan, XVIII, 15-25.- Tras el arresto de Jesús, sólo Pedro y Juan siguen de lejos al cortejo que conduce al prisionero. Juan, entra en el patio del palacio y permite también entrar a Pedro. Es en este patio donde se dan las tres negaciones de Pedro, y del cual saldrá para «llorar amargamente» al cruzar su mirada con la de Cristo y oír cantar el gallo. Esta renuncia impedirá a Pedro ser testigo del don incomparable hecho por Jesús al discípulo bienamado.
3) Juan, XX, 1-9.- Avisados por María Magdalena de la resurrección del Señor, Pedro y Juan parten corriendo al sepulcro. Juan llega el primero, pero espera a que llegue Pedro y entra en el sepulcro tras él para realizar la constatación de la resurrección. Se subraya pues la primacía de Pedro sobre Juan.
4) Juan, XXI, 15-24.- Después de ser confirmado por Cristo como Pastor del rebaño, Pedro ve a Juan dirigirse hacia ellos; preguntándose lo que el maestro ha podido reservar a su discípulo bienamado, interrogará al Cristo, que entonces le da la célebre respuesta: «¿Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, qué te importa?». Este cuarto episodio recuerda que la autoridad de Pedro se detiene allí donde comienza la de Juan.
5) Hechos de los apóstoles, III, 1-10.- Pedro y Juan suben al Templo para rezar, y Pedro cura a la puerta a un cojo que pedía limosna. En este episodio Pedro actúa sólo para curar al desgraciado que sufre del «signo de la letra B», figurando Juan en esta historia nada más que por su presencia.
La reputación de universalismo del Evangelio de San Juan es de la más alta antigüedad. San Agustín escuchó decir varias veces a San Simplicio (sucesor de San Ambrosio) que un platónico contemporáneo declaraba que el comienzo de este Evangelio debería ser escrito en letras de oro en todos los lugares de reunión con el fin de poder ser leído por todos, cristianos o no.
Fuente:http://www.uned.es/dpto-hdi/museovirtualhistoriamasoneria/18formacion_en_logia/origen%20logia%20san%20juan.htm
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