Página Web Oficial de la Resp.·. Log.·. Gotthold Ephraim Lessing nº15. Logia en Málaga, España. Gran Logia de España - Grande Oriente Español. Masonería Regular y de Tradición. Primera Logia Regular de Andalucía.
sábado, 29 de agosto de 2015
EL MAESTRO MASON
En las más altas gradas simbólicas del desarrollo espiritual se yergue el Maestro Francmasón, lo que equivale a un doctorado en la escuela del saber esotérico. En los antiguos símbolos, el Maestro Francmasón está representado por un anciano, apoyado en su báculo, con una larga barba blanca sobre el pecho, y los ojos profundos y penetrantes velados por sus cejas de filósofo. En verdad, él es un anciano, pero no en edad, sino en sabiduría y comprensión, que son las únicas medidas verdaderas de la edad. A través de años y vidas de trabajo ha hallado al fin el báculo de la vida y la verdad sobre el cual se apoya. Ya no depende de las palabras de los demás, sino de la tranquila voz que brota del fondo de su propio ser. No hay posición más gloriosa para un hombre que la de Maestro Constructor, que se ha levantado por medio del trabajo, a través de los diversos grados de la conciencia humana. El tiempo es la diferencia de la eternidad, que el hombre ha inventado para medir el acontecimiento de los sucesos humanos. En los planos espirituales de la Naturaleza, él es el espacio o distancia entre las etapas de crecimiento espiritual, y por tanto, no puede ser medido por medios materiales. A menudo un joven alcanza a penetrar en el alto mundo de Gran Maestro de una Escuela Masónica, en tanto que, muchas veces, un hermano respetado y honorable pasa en silencio al eterno descanso sin haber conseguido ser admitido en tal umbral. La vida del Maestro Francmasón está saturada, pujante y desbordante de la experiencia obtenida en su lento peregrinaje hacia los máximos peldaños de la escala del conocimiento.
El Maestro Francmasón encarna el poder de la inteligencia humana, ese vínculo que ata al cielo y a la tierra juntos en una cadena infinita. Su vida espiritual es mayor porque ha logrado desarrollar un medio más elevado de expresión. Inclusive, sobre la acción constructiva y de la emoción, se cierne el poder del pensamiento, tendiendo raudamente las alas hacia la fuente de la Luz. La inteligencia es la más alta forma de su expresión humana, y así, pasa a las profundas tinieblas del aposento interior iluminado nada más que por los frutos de la razón. Los gloriosos privilegios de un Maestro Francmasón se hallan en proporción con su mayor conocimiento y su sabiduría. De estudiante ha florecido hasta convertirse en maestro; del reino de los que siguen (o discípulos), ha pasado al pequeño grupo de los que deben señalar el camino. Para él, los Cielos se han abierto y la Gran Luz lo baña con sus esplendores. El Hijo Pródigo, tanto tiempo vagabundo por la región de las sombras, ha vuelto de nuevo a la mansión del padre. La voz habla desde los cielos; su poder, que hace estremecer al Maestro hasta lo más hondo de su ser, parece que lo satura con su propia divinidad, y dice: “Éste es mi Hijo bienamado en quien he puesto todas mis complacencias”. Los antiguos enseñaban que el sol no es una fuente de luz, vida o poder, sino un medio por el cual la vida y la luz se reflejan en la sustancia física. El Maestro Francmasón debe ser, en verdad, un sol, un gran reflector de luz que proyecta a través de su organismo, purificado por periodos de preparación, ese glorioso poder que es la luz de la Logia. En verdad, se ha convertido en un vocero del Altísimo. Su puesto se halla entre la refulgente y ardiente luz y el mundo. A través de él pasa Hidra, la gran serpiente símbolo de la sabiduría, y su boca vierte sobre el hombre la luz del Señor. Su símbolo es el sol naciente, porque en el Maestro Francmasón el astro del día se levanta en todo su esplendor, emergiendo de la oscuridad de la noche, iluminando el Oriente inmortal con el primer anuncio del día cercano.
Dando un suspiro, el Maestro deja a un lado sus herramientas. Para él, el templo está a punto de terminarse; las últimas piedras han sido colocadas ya en su sitio, y apaga la cal, con una vaga tristeza, al ver surgir la cúpula y el minarete como obra de su mano. El verdadero Maestro no se permite un largo descanso, y en la medida que comprueba que sus días de trabajo han terminado, siente que la melancolía abate su corazón. Suavemente, los hermanos de su Gremio lo acompañan, cada uno según su modo; y subiendo vacilante, peldaño por peldaño, el Maestro permanece solo en la cúspide del templo. Todavía falta una piedra por ajustar, pero no puede encontrarla. Se halla oculta en algún lado. Entonces, cae de hinojos, en oración, pidiendo el poder suficiente para que lo asista en su busca. La luz del sol destella sobre él bañándolo en celestial esplendor. De pronto, una voz interior dice desde el infinito: “El templo está terminado, la piedra que faltaba es mi leal Maestro”.
Ambas puntas del compás se encuentran ahora sobre la escuadra. Lo divino ha sido liberado de su cárcel: mente y corazón, al par libres del símbolo de mortalidad, como el pensamiento y la emoción, se unen para glorificar lo Grandísimo y lo Supremo. Entonces Sol y Luna se unen, y así queda consumado el Hermético Grado.
Al Maestro Francmasón se le otorgan oportunidades mucho más allá de las que tiene el hombre ordinario, pero no debe dejar de darse cuenta de que cada oportunidad trae también una responsabilidad mayor. Es tremendamente peor saber y no hacer, que no haber sabido nunca nada. El Maestro Francmasón se da cuenta de que ya no puede evitar responsabilidades, sino que todo problema que ante él se presenta debe ser afrontado y resuelto. La única alegría para el corazón del Maestro consiste en ver los frutos de su propia obra. Realmente, puede decirse del Maestro que ha aprendido la alegría a través del sufrimiento, la sonrisa a través del dolor, la vida a través de la muerte. Las purificaciones y las pruebas de sus grados anteriores han espiritualizado hasta tal punto su ser, que él es un glorioso ejemplo del Plan de la creación respecto de sus hijos. El más grande sermón que él puede predicar, la más grande lección que puede dictar es la de ser una prueba viviente de la Voluntad Eterna. El Maestro Francmasón no ha sido ordenado: es un producto natural de causa y efecto, y sólo los que viven la causa pueden vivir el efecto. El Maestro Francmasón, si verdaderamente es un Maestro, forma parte de los poderes invisibles que dirigen los destinos de la vida. Como el Más Antiguo Hermano de la Logia, es el vocero de las jerarquías espirituales de la Orden. Ya no sigue más la dirección de otros, sino que es él quien traza los planes que deben seguir sus hermanos. Él se da cuenta de esto, y vive sintiendo que cada trazo, cada plano que confecciona es fruto de inspiración divina. Por encima de todo, está su gloriosa oportunidad de ser un elemento para la mejora de los demás. Se halla de hinojos en el puesto propiciatorio, como un leal servidor del Altísimo, dentro de sí mismo y capaz de regular la vida de los otros, después de haber regulado primero la suya propia.
Mucho se ha dicho respecto a la perdida Palabra de Maestro, y los buscadores van en pos de ella y vuelven sólo con remedos. El verdadero Maestro Francmasón sabe que el que parte en esa búsqueda, nunca encontrará la secreta verdad lejos de sí. Sólo podrá hallarla quien la busque dentro de sí mismo. El verdadero Maestro Francmasón nunca ha perdido la palabra, sino que la ha guardado, acariciándola, en el espiritual secreto de su propio ser. Para quienes tienen ojos para ver, nada hay oculto; para aquellos que tienen derecho a saber, las cosas son como libros abiertos. La verdadera Palabra de los tres Grandes Maestros nunca se escondió a aquellos que tienen derecho a saber, ni ha sido revelada a quienes no prepararon un relicario capaz de contenerla. El Maestro sabe por qué él es el Constructor del Templo. La Piedra Filosofal va consigo mismo porque, en verdad, ella es el corazón del Fénix, esa ave extraordinaria que resucita con renovado vigor de las cenizas de su cuerpo putrefacto. Cuando el corazón del Maestro es tan puro y blanco como el diamante que usa, entonces se convierte en una piedra viviente la Joya Real de la diadema de su Fraternidad.
La Palabra ha sido hallada cuando el Maestro mismo es ordenado por la viviente mano del Creador, lavado en aguas vivas, bautizado con vivo fuego como sacerdote, según la orden de Melquisedec, el que está por encima de la ley.
La gran tarea del Maestro Francmasón puede ser denominada el arte de la ecuanimidad. A él ha sido dada la tarea de equilibrar el triángulo, que él puede encender con la gloria del Sublime Grado. Las triples energías de pensamiento, deseo y acción deben unirse en un armonioso templo de expresión. Él tiene en sus manos las triples llaves; él lleva ceñida a sus sienes la triple corona de los antiguos Magos, porque, en verdad, él es el magister del cielo, de la tierra y del infierno. Sal, azufre y mercurio son los ingredientes de su trabajo; con el mercurio filosófico trata de combinar todos los poderes para glorificar un solo fin.
Tras el grado de Maestro hay otro, no conocido del mundo. Muy por encima de él, se alzan otras gradas, ocultas por el velo de azul que divide lo visible de lo invisible. El verdadero Hermano sabe esto; por lo tanto, él trabaja teniendo en cuenta un fin mucho más allá del alcance de la inteligencia humana. Trata de hacerse merecedor de traspasar ese velo, y unirse a la legión de los elegidos. Lejos de todos los honores y loas, tiene sobre sí la responsabilidad del progreso humano. Sus ojos se hallan para siempre fijos en las Siete Estrellas que alumbran desde algún punto, en lo más eminente del más alto peldaño de la escalinata siempre ascendente. Con esperanza, fe y caridad, sube las gradas, y, murmurando la Palabra de Maestro al Guardián del Umbral, pasa al otro lado del velo. Es entonces, y sólo entonces, cuando nace el verdadero Iniciado. Sólo más allá de ese velo el místico estudiante llega a sí mismo. Las cosas que vemos en torno nuestro no son más que formas, promesas de algo innominado, símbolos de una verdad desconocida. Es en el templo espiritual edificado silenciosamente, sin que se oiga la voz de los obreros ni el ruido del mazo, en donde se otorga la verdadera iniciación, y allí, con el cuerpo purificado, el estudiante se convierte en un Maestro Francmasón, escogido entre los demás mortales para ser un obrero activo y consciente en nombre del Gran Arquitecto. Es sólo allí, a cubierto de los ojos mortales, donde los Más Altos Grados son logrados, y es ahí donde el alma radiante, con la luz del Espíritu, se transforma en una estrella viviente bajo el dosel azul de la auténtica Logia Masónica.
Fuente: Gerard Lambert Elenes
domingo, 23 de agosto de 2015
MASONERÍA ESOTÉRICA (Las Abejas)
El estudiante de la Masonería mística se ve enfrentado eternamente con un problema. Se le presenta bajo diferentes nombres. Se le ha hablado de él bajo muchos símbolos, pero, brevemente, puede ser definido como la purificación y liberación del cuerpo y el espíritu, del veneno de la cristalización y la materialidad. En otras palabras, él está buscando rescatar la vida enterrada entre las ruinas de su derruido templo y restaurarlo en su legítimo lugar como la nota clave de su arco espiritual.
Estudiando la Masonería antigua nos encontramos con las primeras revelaciones, que nosotros conocemos como las Enseñanzas de la Sabiduría. Al igual que otros grandes misterios, ellas consisten de soluciones a problemas de la diaria existencia. Podrá parecernos de muy poco uso para nosotros el estudio de esos antiguos símbolos abstractos, pero en su tiempo cada estudiante comprenderá que las cosas que ahora apartamos como sin valor, son las joyas que algún día necesitará. Como el centauro del zodíaco, el hombre está eternamente esforzándose en elevar la conciencia humana desde el cuerpo del animal; y en la escalera de tres peldaños de la Masonería, encontramos los tres grandes pasos que son necesarios para lograr esta liberación. Estas tres gradas son las tres grandes divisiones de la conciencia humana. Podemos, sucintamente, definirlas, como materialidad, intelectualidad y espiritualidad. Ellas también representan la acción en el peldaño inferior, la emoción en el del centro, y la mentalidad en el superior. Todos los seres humanos están haciendo el esfuerzo de llegar hacia Dios, subiendo por estas tres gradas que conducen a la liberación.
Cuando nosotros unimos estas tres manifestaciones en un armonioso equilibrio, tenemos, entonces, el flamante triángulo. Los antiguos declararon que Dios, como el punto en el círculo, es incognoscible, pero que dan fe de su existencia sus tres manifestaciones - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Lo mismo es cierto con el hombre. Dios en cada uno de nosotros puede sólo manifestarse por sus tres manifestaciones; el Padre se manifiesta por medio de nuestros pensamientos, el Hijo por medio de nuestras emociones, y el Espíritu Santo por medio de nuestras acciones. Cuando armonizamos nuestros pensamientos, deseos y acciones, tenemos el triángulo equilátero. Cuando las energías vitales purificadas del hombre son irradiadas a través de esas tres manifestaciones, un halo llameante se agrega al triángulo, en cuyo centro está Dios - el incognoscible e impensable Uno; es el yod o llameante letra del alfabeto hebreo; el abismo que nadie puede conocer, pero del cual todas las cosas vienen. La vida de este desconocido emana hacia afuera a través del triángulo, el cual, en los grados superiores, esta rodeado por un halo de llamas. El halo es el alma construida por los transmutados pensamientos, acciones y deseos - el eterno triángulo de Dios.
Entre los símbolos Masónicos esta la colmena, llamada símbolo de la industria, porque ella demuestra, claramente, que el hombre debe cooperar con sus semejantes para lograr el desarrollo mutuo de todo. También contiene un mensaje mucho más profundo, porque cada alma viviente es una abeja que viaja por la vida y recoge el polen de la sabiduría en los distintos ambientes y experiencias de la vida. Así como la abeja liba la miel del corazón de la flor, cada uno de nosotros debe extraer el néctar espiritual de cada acontecimiento, cada gozo, cada sufrimiento, y llevarlo a la gran colmena de la experiencia - el cuerpo - alma del hombre. En la misma forma, se dice, que las energías espirituales en el hombre toman, eternamente, las fuerzas vitales que él está transmutando y que las lleva a la colmena del cerebro, en donde es almacenada la miel o el combustible necesario para el mantenimiento de la vida.
Un filósofo de la antigüedad dijo, que la abeja extrae la miel del polen de la flor, en tanto que la araña, de la misma fuente extrae el veneno. El problema, entonces, que se nos plantea, es: ¿somos abejas o arañas?; ¿transformamos las experiencias de la vida en miel o en veneno?; ¿nos ayudan a crecer y elevarnos, o seguiremos, obstinadamente, dando coces contra el aguijón?
Mucha gente se vuelve agria con la experiencia, pero el sabio toma la miel y la almacena dentro de la colmena de su propia naturaleza espiritual.
Es bueno, también, para nosotros el considerar “el saludo especial de la garra del león", uno de los símbolos de iniciación más antiguos del mundo. Antiguamente, el neófito en su camino hacia los templos de Misterios de Egipto, era al final, enterrado en un gran cofre de piedra destinado a los muertos para ser llevado, después, por el maestro, nuevamente a la vida, en su vestimenta de azul y oro. Cuando el candidato era levantado, el gran maestro llevaba en su brazo y manos, a manera de guante, una piel de león, y se decía que el discípulo, nuevamente despertado, había sido llevado a la vida "asido por la garra del león". La letra hebrea yod (que se coloca en el centro del triángulo y se usa, algunas veces, como símbolo del espíritu, por su aparente semejanza a una llama) significa, de acuerdo a los cabalistas, una mano extendida hacia adelante. Nosotros entendemos esto, como simbolizando al espíritu solar del hombre, que se dice está entronizado en el signo de Leo, el león de Judea. Y así como el fruto de los campos y semilleros crecen y se desarrollan por los rayos del sol, así también, se dice que la cristalización del hombre es destruida y disipada por la luz del sol espiritual, el cual levanta a los muertos con su poder y libera las fuerzas vitales latentes. El espíritu del hombre, con sus ojos que ven en la oscuridad, esta siempre esforzándose, por elevar la parte inferior de su naturaleza para que se una con él mismo. Cuando el hombre inferior es, de ese modo, elevado de la materialidad por los ideales superiores que desarrolló dentro de si, se dice que el espíritu de la luz y la verdad ha levantado al candidato, por la iniciación, con "la garra del león".
Examinemos el símbolo de los dos "Juan", como lo encontramos en los rituales Masónicos. Juan (John, en el original inglés) significa "carnero" (en inglés: ram), y el carnero es el símbolo de las pasiones e impulsos animales del hombre. En Juan el Bautista, vestido con pieles de animales, esas pasiones no han sido transmutadas, mientras que en Juan el Evangelista han sido transmutadas, y los vehículos y poderes que representan, se han convertido en los bien amados discípulos del Cristo en la vida del hombre.
Nosotros oímos a menudo, la expresión: “montar el chivo", o "agarrarse al palo enjabonado". Esto tiene una importancia simbólica para aquéllos que tienen ojos para ver, porque cuando el hombre domina su naturaleza animal inferior, puede decir honestamente, "que está cabalgando el chivo"; y si no puede cabalgar el chivo, no puede entrar en el templo de la iniciación. El palo enjabonado al cual debe aferrarse, se refiere, indudablemente a la columna vertebral; y es, solamente, cuando el hombre puede ascender por esa columna, concientemente, y llegar así al cerebro, que puede tomar los grados de la francmasonería.
El tema de la Palabra Perdida debe ser considerado como un problema individual. El hombre en si - esto, es el verdadero principio - puede ser llamado la Palabra Perdida; pero es mejor decir que es cierta cosa que irradia del hombre lo que constituye la consigna que es reconocida por todos los miembros de su comunidad. Cuando un hombre, como arquitecto de su templo abusa y destruye las energías vitales que están dentro de si mismo, entonces, el constructor, después de haber sido muerto por los tres cuerpos inferiores, se lleva consigo a la tumba en donde yace, la Palabra que es la prueba de su condición.
El abuso de los poderes físicos, mentales, o espirituales, da como resultado la muerte de la energía,; y cuando esta energía se pierde, el hombre pierde con ella la palabra sagrada. Nuestras vidas - pensamientos, deseos y acciones, - son las triples consignas vivientes por las cuales un maestro constructor conoce a sus obreros; y cuando el estudiante pide su admisión a la Cámara interna, debe presentar a la entrada del templo las credenciales de un cuerpo purificado y una mente equilibrada. Ningún dinero puede comprar esa palabra; ningún grado puede concederla. Pero, cuando dentro de nosotros mismos, el constructor muerto es resucitado nuevamente, él mismo pronuncia la palabra, y sobre la piedra filosofal erigida dentro de si mismo se grava el nombre viviente de lo Divino.
Solamente cuando es resucitado este constructor, los símbolos de la mortalidad pueden ser cambiados por los de la inmortalidad. Nuestros cuerpos son las urnas que contienen las cenizas de Hiram, nuestras vidas son las columnas rotas, la cristalización es el ataúd, y la desintegración es la abierta fosa. Pero, arriba de todo, está la rama de siempreviva, prometiendo vida a aquellos que despiertan el poder serpentino, y mostrando que debajo de las ruinas del templo está sepultado el cuerpo del constructor, quien es "revivido" cuando nosotros liberamos la vida divina que está encerrada en nuestras propias naturalezas materiales.
Hay muchos de estos maravillosos símbolos Masónicos, que nos han sido trasmitidos desde el olvidado pasado; símbolos cuyos significados, largo tiempo perdidos, han sido enterrados bajo el manto de la materialidad; El verdadero Masón - el hijo de la luz - sigue ansiando la liberación, y el vacío trono del rey de Egipto todavía aguarda al rey del Sol que fuera muerto. Todo el mundo espera todavía que Balder el Hermoso vuelva a la vida nuevamente, que el Cristo crucificado levante la lápida de piedra y se eleve de la tumba de la materia, llevando consigo su propia tumba.
Cuando el hombre ha vivido de modo que pueda entender este maravilloso problema, el gran ojo o centro de conciencia, es capaz de ver a través del limpio cristal del cuerpo purificado. Los misterios de la verdadera Masonería, por largo tiempo ocultos al profano, son, entonces, comprendidos, y el nuevo maestro revestido con sus mantos de azul y oro, sigue la senda de los inmortales que han ascendido, escalón por escalón, la escalera que conduce a lo alto, hacia las siete estrellas. En las lejanas alturas, el Arca - el manantial de vida - flota en las aguas del olvido, y envía su mensaje hacia abajo, al hombre inferior, por medio del cable de amarre. Cuando se alcanza este punto, la puerta en la "G" se cierra para siempre, porque el centro ha retornado al círculo; el triple cuerpo y el triple espíritu quedan unidos en el sello eterno de Salomón. Entonces, la piedra angular que el constructor rechazara vuelve a ser otra vez el vértice del ángulo y el hombre - la piedra culminante por largo tiempo perdida en el templo universal - vuelve a ocupar su lugar.
Las ocurrencias de la vida diaria están afinando nuestros sentidos y desarrollando nuestras facultades. Estas son las herramientas del artesano - el mazo, el cincel y la regla - y con estas herramientas auto desarrolladas, nosotros estamos lentamente devastando la piedra bruta o cubo, en el bloque pulido para el templo universal. Es sólo, entonces, que nos convertimos en iniciados de la llama, porque solamente en ese momento la luz reemplaza a la oscuridad. Así como vagando por las abovedadas cámaras de nuestra propia existencia aprendemos el significado de las abovedadas cámaras del templo, el ritual de la iniciación al desarrollarse ante nuestros ojos, nos hace reconocer en él la recapitulación de nuestra propia existencia, el desarrollo de nuestra conciencia y el relato de nuestra propia vida. Con este pensamiento en la mente, seremos capaces de comprender no sólo por qué los atlantes de la antigüedad hacían el culto al Sol naciente, sino también cómo el moderno Masón simboliza este Sol como Hiram, el noble de nacimiento, cuando él asciende a lo alto del templo, coloca una piedra de oro allí y despierta a la vida todas las cosas existentes en el hombre.
Fuente: Gerard Lambert Elenes
sábado, 15 de agosto de 2015
El Sendero del Masón
La mayor parte de los Masones así como modernos estudiosos de los diferentes rituales e ideales masónicos, rara vez se percatan de las obligaciones cósmicas que van adjuntas desde el preciso momento que empiezan a rasgar ligera y suavemente, las sacras verdades de la naturaleza, así como las de los antiguos y primitivos rituales del Arte Real.
Esto se debe a que observan de manera superficial y mecanizada, sus tareas a través de la ejecución de rituales y ascensión de grados, y llegan a ver a la Masonería como un organismo social de una antigüedad de pocos años, es necesario darse cuenta que las sagradas y antiguas enseñanzas místicas y esotéricas se han perpetuado a través de los antiguos y primitivos ritos, y que son sagradas, y que existen poderes invisibles y desconocidos al Ser humano, y que estos moldean los caminos, así como los destinos de aquellos que por iniciativa interna adquieren las verdaderas obligaciones de una Real Fraternidad.
La Masonería no es algo material que se pueda demostrar con una insignia o un saludo cifrado, acompañado de una palabra de pase secreto, la masonería es una ciencia espiritual del alma, no es una doctrina dogmática, sino una expresión universal de origen cósmico, y la cual ha sido y será, inspiración de grandes místicos, filósofos, iniciados y sabios de todas las edades.
La Masonería es la perfecta sabiduría de Dios (Deus) que se hace visible a través de la jerarquía secreta de inteligencias superiores e iluminadas.
Sólo aquellos verdaderos adeptos de esta, logran percibir la sabiduría del silencio que esta conlleva, así como el estudio interno y cósmico que debe realizarse en aquel que la practique de manera real e íntimamente , es necesario morir ante el mundo material, para así poder renacer ante el mundo espiritual.
El verdadero masón sabe que el único medio para llegar a la verdadera iluminación del Ser, es desbastar la piedra bruta del alma e intelecto hasta lograr moldearla en un fino diamante cósmico.
El Masón debe aquietar la mente y los sentidos a medida que trabaja en la ardua contemplación de su Ser, así como tratar de obtener una vista interior a su mónada divina tratando de rasgar los cifrados velos de su Auro florecer.
El Masón debe aquietar la mente y los sentidos a medida que trabaja en la ardua contemplación de su Ser, así como tratar de obtener una vista interior a su mónada divina tratando de rasgar los cifrados velos de su Auro florecer.
El trabajo del masón es arduo e interminable, el se encuentra conciente que el tiempo que se le ha otorgado en la tierra es breve, y que en el tránsito por la morada terrestre tendrá que hacer todo lo posible para así acceder a la morada cósmica o bóveda celeste.
En la mayor parte de escuelas de misterios esotéricos como, masonería, órdenes rosacruz, sociedades teosoficas, institutos gnósticos, así como miembros de la oto y demás, todos ellos saben que el hombre o adepto que no logre unir la brillante mente, con el corazón ardiente, jamás logrará subir un solo peldaño en la luminosa escalera de Jacob.
Todo aquellos que han examinado minuciosamente la masonería oculta (masonería esoterica) y estudiado la sabiduría hermética, no tienen la menor incógnita que la masonería como el logos mismo, es la más grande de las escuelas, y así mismo es la enseñanza cifrada del Gran constructor, Dios.
Dios, el hombre y el universo, tienen sobre sí la luminosa responsabilidad de darle forma a la sustancia cósmica dentro de la morada del rey cósmico, el gran constructor, es así como el masón se adentra en los antiguos misterios del conocimiento y tratando de dejar una huella sólida en el sendero, a través de la iluminación de sus HH.•.MM.•. como de profanos, y así mismo dejar un legado celeste a la humanidad de fuerza, sabiduría y fraternidad.
En la masonería yace oculto el misterio de la evolución y la existencia, el verdadero estudiante va comprobando a medida que va rasgando levé y suavemente los propios misterios de su divinidad, sabe que la obtención de grados no convierte al hombre en masón, si no la absoluta y profunda contemplación de los antiguos misterios a través del silencio absoluto y la fuerza de mística meditación.
Un verdadero y auténtico masón, no es el producto de un nombramiento acartonado y condecorado, es un hombre evolucionado y debe percatarse que el lugar que el ocupa en la logia esotérica no significa nada en comparación con su puesto en La Gran Logia espiritual de la existencia, en la bóveda cósmica.
Sus responsabilidades karmicas deben ser una sublime responsabilidad y debe hacer hasta lo imposible por enfocarse en el bien de sus HH.•. así como el de la humanidad, deberá no sólo labrar su propia piedra tosca, si no moldear la de sus QQ.•.HH.•.TT.•. por igual, deberá no sólo velar por sus ideales e intereses si no velar por los del mundo en su totalidad por igual, una vez que comprenda que los augustos misterios son sólo herramientas para ayudar a su entorno y la humanidad, justo ahí, entenderá el verdadero sendero iniciatico del Real Masón, el cual es Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Fuente: Gerard Lambert Elenes.
martes, 4 de agosto de 2015
"Asumamos el orgullo de ser masones"
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